Hay un álbum ilustrado infantil que se titula “¿De qué color es un beso?”, y en él se trabajan los sentimientos a través de los colores. Está en la línea del famosísimo álbum ilustrado “El Monstruo de Colores” de Anna Llenas. Y os preguntaréis… ¿Qué tiene que ver esta obra literaria infantil con la historia de una maestra interina? Pues bien, tiene que ver mucho. Más de lo que vosotros podéis imaginar.
Como seres humanos, nosotros sentimos. Tenemos emociones, que depende de la situación, el contexto, el ambiente, cómo estemos, con quién estemos… se despiertan de una manera u otra. En mi historia, pasa lo mismo. Cada emoción, sentimiento, tiene su propio color. Entonces… Empecemos.
Sería muy típico empezar por el rojo o verde, pues para bien o para mal, suelen estar relacionados con la parte positiva y negativa de la vida, y especialmente, en el mundo educativo tienen su espacio, su matiz, distinguido para muchos. Pero no, yo no soy típica.
Naranja. Todos los que me conocéis sabéis qué se trata de mi color favorito. Me recuerda a la terreta y su fruta por excelencia, a los melocotones del verano, a un bonito atardecer en el pueblo, a cuando eres pequeño/a y pintas una jirafa (uno de mis animales favoritos). El naranja es Valencia. Y sí, también es del Valencia. Para mi, este color es vida, y la vida compartida con la gente que quieres, aprecias y respetas, se convierte en alegría. Sé que cuando me adjudiquen, mi clase tendrá mucho naranja. ¿Qué significará eso para mí? ¡Alegría señores y señoras! Si algo puede darme esto, es leer pronto la palabra: ADJUDICADA.
Morado. Color de la emoción. Como si de una montaña rusa se tratase, cada lunes y miércoles cuando salen los listados de centros pienso en morado. Me entran esas cosquillitas y aparecen las mariposillas en el estómago. ¿Nervios? Qué va…
Azul. La tranquilidad. El mar, el cielo. Emoción que despierta cuando haces la lista de centros a tiempo. Dura pocas horas, pero ahí está. Aparece también cuando acabas la faena y te siestas satisfecha. Después de una reunión, al acabar los informes, cuando concluyes una tutoría… Hasta el siguiente asalto. Nunca he sido muy de azules. Considero que tengo mucha energía como para estar parada y no utilizarla, por eso, soy una persona en constante formación. Me gusta estar al día respecto al mundo, a la sociedad, pero sobretodo, en relación al mundo educativo. Juegos, charlas, seminarios, cursos, cuentos, álbumes ilustrados, revistas, nuevas metodologías o enfoques…
Amarillo. El color de la mala suerte, como muchos dicen. Para mi, se trata del color alerta. Ese que cuando aparece te hace estar más pendiente de lo que está sucediendo. Puede ser, que por eso sea uno de los favoritos a la hora de subrayar los apuntes, aunque en mi caso… ¿sabéis cual es? Creo que es obvio. En el mundo educativo siempre tienes que tener mil ojos. ¿Nunca os habéis parado a pensar qué significaba esa frase tan típica y repetida qué nos decían de pequeños, “Tengo ojos en la nuca”? Es el estado de alerta más usado, comentado y respetado cuando eres un niño/a. Para mi, esto es el color amarillo.
Blanco. El blanco para mí es como un huevo sin sal. Nunca me ha dicho nada. De ahí que lo relacione con la pasividad. Sensación que como docente jamás debo de tener presente. Ni yo ni nadie. Bajo mi punto de vista, es peor que la furia. Un maestro pasivo, es un maestro penoso, sin preocupaciones ni intereses. Sin emoción. Sin ganas. ¿Vale la pena? Opinad vosotros mismos.
Negro. Oscuridad. Su descripción lo dice todo. Es el siguiente paso a estar furioso, molesto, por lo tanto, para mí estas emociones están relacionadas con este color. Siempre se dice que el negro es el color elegante por excelencia, pues bien, en el mundo educativo es el fin. La frustración. El agobio. El fracaso. Aspectos, sensaciones, emociones que como docentes debemos de evitar en nuestro alumnado. Está claro que se deben de poner en práctica para ser personas más completas, y ahí entramos nosotros en acción. Puestos en práctica, nosotros, los docentes, tenemos que ser capaces de ofrecer las estrategias y/o recursos necesarios para que nuestros alumnos sepan trabajarlas, aceptarlas, vivirlas.
Rosa. Siempre relacionado con el género femenino. ¡Error! ¡Gran error! Para mi el rosa, es amistad. El olor a una rosa, suele traer buenos recuerdos y alegrarte cualquier momento. El rosa es tolerancia y respeto. El rosa es querer al otro tal y como es, y esto, es uno de los pilares fundamentales de la educación que se debe impartir en las aulas. Porque al final, debemos de construir y crear una escuela de todos y para todos. Tenemos que ser capaces de romper con los estereotipos, prejuicios y tópicos que la sociedad quiere establecer. Debemos de dar un paso firme adelante.
Rojo. Pasión. Valentía. Amor. No creo en los aspectos negativos que en el mundo educativo se le han otorgado a este color. Bajo mi punto de vista, el rojo es todo lo contrario. Es fuerza por luchar por aquello en lo que crees, confías y quieres. El rojo es revolución en las aulas, en el sistema educativo. Porque no nos olvidemos, el verdadero cambio empieza en las aulas, de la mano de los maestros y su enfoque educativo y pedagógico.
Verde. El color de la educación por excelencia. El color del la constancia y el trabajo. Suele transmitir buen rollo, por ese matiz positivo que la sociedad le ha dado.
Soy consciente de que faltan colores, pero me paro a pensar y no sabría como definirlos.
Llevamos dos semanas de adjudicaciones, quedándome a las puertas de conseguir mi plaza, intentando descifrar a qué huele y de qué color sería, y si ahora mismo tuviera que escoger un color qué definiera mi estado, mi sensación, creo que tanto el rojo como el verde podrían definirme. ¿Por qué? Porque soy una luchadora nata. No me rindo con facilidad. Me considero bastante constante y con ganas de dar el 300% de mí allí donde más feliz estoy, en un aula.
En estas dos semanas me ha dado tiempo a pensar. ¿Qué hago con mi vida mientras espero esa maldita palabra? Me ha faltado tiempo. Mi cabeza no ha parado ni un segundo. Idiomas, cursos de formación, seminarios, lecturas formativas, nuevos proyectos entre manos en relación con mi pasión por la escritura de cuentos y álbumes ilustrados… E incluso he tenido tiempo para pensar en la oposición. Después de meditarlo mucho, voy a ir un paso más allá. Al final, quién no arriesga no gana ¿no? Se avecina una época de cambios, que espero que sean positivos. Mientras tanto, os iré contando mi historia poco a poco.
Espero daros buenas noticias muy pronto. Buena señal sería…
Hasta entonces me pregunto... ¿De qué color será mi plaza?
El teu color sense cap dubte seria l'Arc de Sant Martí que els engloba a tots, perquè eres especial, lluitadora i molt bona docent
ResponEliminaÀnims que d'ací poc estaras adjudicada. Una abraçada gegant!!