Mi "segunda" primera parada estaba en lo alto de Alicante.
A cinco minutos andando del CEIP Virgen del Remedio se encontraba mi nuevo destino: CEIP GLORIA FUERTES. Pero esta vez no fuimos andando, esta experiencia ya os la contaré en la siguiente entrada.
Era jueves, y para no tener que mover el coche de aquí para allá, decidimos ir en bus al cole. Hablo en plural porque mi padre venia conmigo cual vigilante de seguridad. Dicen que lo desconocido da miedo, y más cuando te comentan las características del barrio y de la población que me podía encontrar allí. Y es verdad, hasta mi padre llegó a comentarme de camino al cole en el autobús número tres, que daba respeto la zona por había que pasar para llegar a la última parada, nuestra parada. Supongo que el miedo a lo desconocido mengua según vayan pasando los días, semanas, meses... y te vayas conociendo la zona, pero de primeras, lo dicho.
Cuando bajamos el bus, mi padre enseguida tuvo la idea de seguir a todos las familias con nanos, ya que estaba seguro que nos llevarían a nuestro destino. Y así fue. Giramos la esquina y nos sorprendió un espléndido parque, con mucho verde (así llamamos a la vegetación en mi casa), muy limpio... Y al final de éste, el cole. A primera vista podía apreciar como se trataba de un centro con gran cantidad de espacio, pues se veía mucho "patio", y varios edificios. Poco a poco nos íbamos acercando y a la misma vez, veíamos una diversidad familiar impresionante. Madres en batín, pijama y chanclas, con las caras lavadas y de recién levantadas llevando a sus hijos (si, plural, porque al menos llevaban 3 cada una... ¡¡¡Incluso vimos a una con ocho!!!) al cole, grupos de niños/as que venían juntos sin ningún adulto, familias inmigrantes que quedaban para ir al centro educativo... De todo un poco.
Cuando se hizo la hora, volví a "ponerme" esa sonrisa de oreja a oreja y me armé de valor. Era el momento de "volver a empezar".
Entré al cole por la misma puerta que entraban los alumnos. Unos corrían, otros charlaban entre ellos, también los había que no entraban con muchas ganas... ¿Y yo? ¿Cómo entraba yo? A parte de llevar la sonrisa de oreja a oreja... Estaba de nuevo hecha un flan, pero esta vez, ya tenía más controlado el asunto. Sabía qué tenía que hacer.
Entré directa y busqué el despacho del director, el cual para mi sorpresa se encontraba vacío, igual que el del jefe de estudios. Hablando de este último, hacía bastante tiempo ya que leí una noticia de prensa, en la cual un padre había pegado a un jefe de estudios. Y sí, era el de ese centro educativo. ¿Sería el mismo? Ni idea. Tampoco tuve ocasión de averiguarlo, ni pensaba meterme en ese rollo. Yo había venido a trabajar, por un corto periodo de tiempo, y eso iba a hacer. Quería dar lo mejor de mí, igual que hice el día anterior. Si por algo decidí estudiar magisterio, era por enseñar a los demás, pero sobretodo enseñar a que fueran felices, y ese era mi objetivo en estos tres días, que los nanos de los dos centros fueran lo más felices posible.
Volviendo al tema... Al ver que no había nadie, me esperé en la puerta y enseguida llegó una chica joven. Nada más verla deduje que sería una interina, como yo. No me equivocaba. Ella fue la encargada de avisar al jefe de estudios de mi llegada, y en un abrir y cerrar de ojos lo tenía delante presentándose. Entramos a su despacho, y después de hablar de Conselleria, de como estaban sacando las sustituciones, del juego que se llevaban entre manos con los interinos... Me explicó un poco por encima los aspectos básicos del cole, para que me hiciera una idea, y me dio la oportunidad de vivir una nueva experiencia. Iba a estar en una Aula Específica de Educación Especial. Me sentía inmensamente afortunada de poder vivir esa nueva realidad educativa, pues bien, aquí en Valencia, no hay muchas y la verdad es que también tienen lo suyo. Para los que no estáis familiarizados con el ámbito de la educación especial, una aula específica es una aula en un centro ordinario (cole normal, como lo llamaríamos de manera coloquial) donde están escolarizados los alumnos con necesidades educativas especiales de mayor "gravedad". Se trata de una variante de la inclusión educativa, pero a su vez, se ofrece mayor atención individualizada a los alumnos que más la requieren gracias a la dotación de recursos tanto materiales como personales (Educador de Educación Especial).
En el Gloria cuentan con dos aulas de Educación Especial. La primera, tiene 7 alumnos entre 6 y 9 años, y la segunda cuenta con 7 alumnos también pero de 9 a 12 años.
Cuando entré por la puerta del aula específica de alumnos entre 9 y 12 años, todos me miraron, pues yo era una persona "extraña" para ellos. Un alumno me saludó y me preguntó si era una Seño o una alumna nueva. Al instante, se presentaron todos. Entre la educadora del aula y la tutora, estuvieron poniéndome al día de las diferentes patologías y necesidades que tenían los alumnos que tenían. Como era nuevo para mi, me pareció súper curioso ver diferentes niveles cognitivos, las diversas formas de trabajo que tenían, la variedad de materiales con los que contaban... Si antes de conocerlas ya me parecían todo un reto, desde ese momento lo confirmaba: Las Aulas Específicas de Educación Especial son todo un reto educativo para los docentes. Para poder trabajar en ellas, de forma correcta y adecuada, ofreciendo una respuesta ajustada a las necesidades del alumnado que tienes, debes de ser una persona muy organizada, planificada y llevar al día el trabajo. Estoy segura, y por lo que me comentó la tutora que agotan, tanto física como mentalmente, pero al fin y al cabo... "Sarna con gusto no pica", o eso dicen ¿no?.
Antes de empezar a trabajar, todos los días hacían una serie de rutinas. Cantaban la canción de "Bon dia", repasaban la fecha y quienes habían venido al cole y los que se habían quedado en casa. Cada día cambiaban de persona responsable, para que todos tuvieran su momento y pudieran "lucirse". De esta manera trabajaban también las habilidades sociales. Me quedé alucinada
Durante la mañana, pude trabajar con uno de los alumnos. Él estaba diagnosticado como TEA, y aun siendo conocedora de los diversos tipos de alumnos con autismo que existen, éste me sorprendió. Tenía un razonamiento espectacular. Eso sí, era un rollero en toda regla. Enseguida intentaba engatusarte para no trabajar o llevarte a su terreno. Como buen TEA tenía sus fijaciones, y una de ellas era la película infantil "Coco". Se sabía los diálogos e incluso la banda sonora. ¡¡Se sabía todas las canciones, con entonación y todo!! Para demostrármelo, pidió a su educadora una guitarra (Yo le comenté que quería hacerme una demostración) y ésta se la ofreció. Nos dio un mini concierto a todos y reconozco que me quedé impresionadísima. A dicho concierto se sumó otro alumno, el cuál pidió la guitarra también para cantarnos una canción que cantaba su padre. Éste no sabía tocar la guitarra, pero por las ganas y el ímpetu que le ponía también recibió una enorme ovación.
Llegó la hora del patio y decidí salir a ver cómo interactuaban con el resto de compañeros/as del centro. Para mi sorpresa, habían 4 zonas: Infantil, primer ciclo, segundo ciclo + Educación Especial y tercer ciclo. ¿Veis como no iba equivocada cuando vi por primera vez las instalaciones del cole? Era enorme.
En la media hora de duración del patio, los alumnos de las aulas específicas se relacionaban entre ellos, algunos, pero no compartían juego con el resto de compañeros/as. Me sorprendió y enseguida mi cabeza empezó a pensar diferentes maneras de integrar a este alumnado con el resto. Pensé en juegos tradicionales como el pollito inglés, el escondite, el pañuelo... Sería un trabajo que habría que haberlo empezado al inicio de curso, pero como propuesta cara el próximo año ahí la dejaba.
Continuó la mañana como había empezado, con rutinas, trabajo en grupo... Y yo seguía nutriéndome de esa experiencia mágica que me habían dejado vivir. Digo mágica porque para mí, el mundo de la educación especial es pura Magia. Como un buen mago, tienes que saberte todos los trucos, tenerlos muy preparados, estudiados y siempre con una opción B por si no salen como esperamos, para luego poder llevarlos a la práctica frente a un determinado público. En este caso, el público sería el alumnado con necesidades educativas especiales.
Se hizo la hora, las 14h en punto, y tocó despedirse del alumnado hasta el día siguiente.
El viernes teníamos jornada partida. Empezaría las tres primeras horas en el Gloria Fuertes, y en el patio cambiaría de centro para estar durante las tres últimas en el Virgen del Remedio. Otra nueva experiencia que vivir, sumar y de la que estaba segura que iba a aprender mucho.
Con una sonrisa enorme, daba por finalizado mi segundo día como maestra interina.
¡A por el tercer y último día! ( Por el momento 😉 )